2 de Febrero de 2022 – Viedma a Las Conchillas (171km)
3 de Febrero de 2022 – Las Conchillas a San Antonio Este (6km)
4 de Febrero de 2022 – San Antonio Este a Las Grutas (60km)
Cuando salimos de Neuquén, nuestro plan de ruta estaba organizado de manera tal que Febrero nos tenía que encontrar en Tierra del Fuego. El mes estaba empezando y nosotros estábamos a más de dos mil kilómetros, empezando a recorrer Río Negro. No sólo era parte de nuestros toc, el hecho de querer cumplir a rajatabla con lo planificado sino que queríamos llegar a “la isla” con un margen de días lindos y no tanto frío.
A pesar de nuestro “apuro”, disfrutamos mucho de nuestro paso por las playas de Río Negro. Ya veníamos sorprendidos con la belleza de La Lobería y sus piletones, pero Las Conchillas fue un pasito más. Una playa inmensa para nosotros solos, que nos encandilaba con su blanco interminable, cangrejos enormes, dormir con el ruido de las olas. Sencillamente hermoso.
En esos días también fuimos a conocer Punta Perdices, el famoso “caribe argentino” donde la subida y bajada del mar te regalan dos paisajes totalmente distintos a lo largo del día. La última noche, antes de irnos a Las Grutas a trabajar con nuestra feria, conocimos una pareja que, ya jubilados, viajaban con su motorhome por Argentina. Como nos iba a pasar muchas veces a lo largo del camino, tuvimos charlas muy profundas donde nos contaron cómo se habían conocido después de pérdidas muy significativas en sus vidas, lloramos juntos como si no fueran dos desconocidos, nos abrazamos y nos despedimos sabiendo que seguramente la ruta nos volvería a cruzar.
En San Antonio Este quise ir a pedir mariscos a un lugar. La puerta estaba cerrada y un cartel decía que abrían a las 20hs (eran las 19:56). Una persona sentada adentro enfrente de un televisor, apoyó el control remoto en la mesa y me miró a los ojos. Hice un gesto con la cabeza pero mi saludo no fue correspondido. Me siguió mirando durante unos segundos que para mí fueron eternos porque como no tenía los lentes de contacto puesto no lograba enfocar su cara y, por lo tanto, no sabía cuál era su gestualidad. Lo que sabía era que me miraba y que no tenía ninguna intención de pararse. Me sentí totalmente en falta por estar rompiendo esos últimos minutos que le quedaban antes de empezar su horario laboral y emprendí el regreso a la camioneta. De costado pude ver que una vez que giré, el señor volvió a tomar el control remoto de su televisor para continuar con el ritual de zapping que yo había interrumpido. Volví cinco minutos más tarde, en el horario correspondiente, pedí lo que quería, me lo vendió y me fui como si la escena anterior no hubiese sucedido.
En Las Grutas, una ciudad que es bastante hostil a los motorhomes, no hubiésemos estado más de un día pero nos recibieron dos amigos que estaban alquilando una casa por el fin de semana largo. Nos alternamos entre trabajar y compartir con ellos unos días de playa y de charlas sobre nuestros primeros meses de “vida viajera” y una vez que ellos se fueron, seguimos nuestro camino hacia Sierra Grande.